La Cardinale
La Cardinale
Por Jorge Zavaleta Balarezo
Claudia
Cardinale, la CC, cumplió 80 años hace unas semanas. Recordamos, quizá sea una
ilusión de la infancia, la primera vez que la contemplamos en la pantalla, con
su figura esplendorosa y tremendamente femenina. Luchino Visconti se encargó de
enmarcarla dentro del concepto de “diva” con el rol que le dio en “El
gatopardo” según la novela de di Lampedusa.
Fellini también
realzó la belleza de la CC en “Ocho y medio” esa introspección a un tiempo
híbrida, misteriosa y fantasmal donde el hoy fallecido Marcelo Mastroianni
buscaba claves que pocos captaban. Y es que Fellini era Fellini. Pues bien,
nuestra madre, cinéfila incurable, que nos trasmitió el vicio y el placer de
las imágenes en movimientos (¡Benditos sean los Lumière!), fue la encargada de
presentarnos a la CC. Tanto nos hablaba de ella, de su fama y de su belleza que
ya teníamos una idea, aunque sea vaga, de esta dama del cine que, como
Catherine Deneuve, Charlotte Rampling, Vanessa Redgrave y, por supuesto, Sophia
Loren le dieron otro cariz al cine desde los años 60.
Recordemos
algunos de sus gloriosos filmes: “Érase una vez en el oeste”; a las órdenes del
maestro Sergio Leone, el fundador de los “spagueti westerns” o “El maravilloso
mundo el circo”, en que Claudia no se preocupa en disimular el esplendor de su
anatomía. Porque en ello, también, basaba su fortuna. En unas piernas largas y
torneadas y un cuerpo delgado pero provocador y provocativo. Y, es más, su
rostro, evoca al de muchas heroínas de la historia, a las que interpretó o no,
pero sobre todo a ella misma, una belleza fatal que encandiló a medio mundo y
hoy ha pasado al retiro, pero en pleno uso de sus facultades.
Recordamos,
igualmente, “Las reinas”, un tríptico en el cual se divertía de lo lindo. Eran
tres historias independientes, las otras dos protagonizadas por Brigitte
Bardot, y por los desaparecidos Alberto Sordi y la espléndida Capucine.
Con Claudia
Cardinale se inició una nueva etapa en el cine italiano. Liberada de la pugna
entre Gina Lollobrígida, en su tiempos una diva imposible, y Sophia Loren, aún
amada belleza, la industria encontró en Claudia a una monumental y expresiva
mujer que daba que hablar, se lucía con glamour y actuaba muy bien.
Progresivamente, como si lo hubiera calculado, se fue alejando de la pantalla.
Alguna vez, un papparazzi intentó retratarla en topless, pero eso no
significaba nada.
Lo relevante es esa cualidad, que parece innata
en ella. Claudia no sólo era bella y sencilla, lo sigue siendo, sino que,
sumado a ello, se comportaba como una actriz profesional. Alegre, divertida, y
tenaz en su trabajo, la CC resume una
época de esplendor del cine de la península itálica que va desde la Silvana
Mangano de “Arroz amargo” hasta la Stefania Sandrelli de “Nos habíamos amado tanto”.
Una época en que se lució una pléyade de bellezas, sino basta recordar a Sandra
Milo, o a Sylva Koscina que, aunque era húngara, se adhirió a la “causa
italiana”. Y luego, Ornella Muti o Agostina Belli.
Por último, un recuerdo más personal.
Claudia, en brevísima aparición, en “El audaz golpe de los desconocidos de
siempre”. Imagínense: Vittorio Gassman, Renato Salvatore, Nino Manfredi y Totó
en el reparto. Para estallar de risa. Y, entre ellos, Claudia, con una finura y
una juventud que, sabemos, hoy no extraña demasiado porque se sigue conservando
como la diva jamás solitaria y al menos sin calamidades personales. Un homenaje
abierto y enternecedor, que es poca cosa, para esta linda dama, esplendorosa y
gozosa “superstar”, tunecina de nacimiento y que brilló, muy joven en “La chica
de la valija”.
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