Roma


Es cierto, por una parte, que “Roma” tarda demasiado en comenzar y utiliza morosamente el tiempo en anticipos de lo que realmente constituye el relato que narra el film. Esto puede contribuir a cierto cansancio del espectador, o hasta alguna no declarada indiferencia, sobre todo si la cinta se promociona como uno de los grandes éxitos del año.
Por otra parte el director Alfonso Cuarón, un mexicano que vuelve a su país luego de los lauros obtenidos con “Gravity” y quien comenzó a destacar con la “road movie” “Y tu mamá también”, intenta tal vez aquella película de “arte y ensayo” a la que aspira generalmente un cineasta influenciado por los grandes maestros y poetas del cine, digamos Bergman, Antonioni, Tarkovsky y Bresson, por citar unos cuantos. 


Pero, lamentablemente, Cuarón no acierta en ese deseo que aún así  se plasma en la pantalla, a través de planos secuencia, planos generales, y sobre todo en la oposición de clases sociales que muestra a la familia acomodada de la colonia Roma en el DF y a Cleo , una chica indígena, empleada de servicio, que coinciden con la masacre de Corpus Christi.  “Roma” es también un retrato sociocultural y doméstico del México de principios de los 70, durante el gobierno de Luis Echeverría.
El personaje de Cleo es nuclear y aglutina la historia en torno a ella. A su pérdida, a su tragedia, se opone la separación del matrimonio, con aquel esposo de aparición fantasmal, mientras la madre, la abuela y los niños permanentemente tratan de buscar, sin encontrarla, la felicidad.
No por las razones sostenidas, “Roma” no es una película lograda. Que no alcance el ambicionado estatuto de ser una película para públicos más o menos ilustrados -en esta época donde la tecnología más bien rinde tributo a un maremágnum de ofertas de todo tipo- no quiere decir que el film, aún con su inicio reticente y su redundancia, no sea, en sí mismo, un logro mayor en la carrera de Cuarón. De hecho, es lo mejor que ha filmado en toda su carrera.
Aquellas escenas del parto de Cleo, y previo a él, el del encuentro con el padre de la criatura, en plenos momentos de la masacre, revelan un trabajo minucioso del guión y de  coincidencias que constituyen circunstancias reveladoras de la condición humana.
Y es esa condición humana, con sus aristas, problemática y dramas a la que precisamente acude Alfonso Cuarón en un intento por contemporizar con estos casi veinte años del nuevo milenio y que nos presentan en otros espacios similares escenas cruciales y críticas.

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