El amigo americano
Liliana
Cavani, la reconocida realizadora italiana recordada por sus ideas
izquierdistas y feministas, y a quien se deben la célebre “Portero de noche”
(1974) y otros filmes de interés como “Más allá del bien y el mal”, nos
entrega, este año, su propia versión de “El amigo americano”, cinta en base a
una de las célebres novelas de Patricia Highsmith y su peculiar personaje Tom
Ripley.
Precisamente, el título original de la novela de Highsmith es “El juego de
Ripley”, donde ya se muestra a un amoral, inquieto y perverso hombre,
magníficamente encarnado ahora en el filme de Cavani por John Malkovich, quien
ha sabido destacar, en los últimos años, y creemos que a partir de su papel de
Valmont en “Relaciones peligrosas”, como un villano constante y que juega con
su propio humor negro.
Cabe señalar, también, que hay una versión anterior de esta historia en el
cine, la que hizo Wim Wenders con el mismo título y protagonizó Dennis Hopper.
Pues bien, Tom Ripley está otra vez en acción. La anécdota consolida un “plot”
-una trama- inteligente y veraz. Los bellos paisajes de una Europa por momentos
casi rural -la campiña toscana- y por otros de plena modernidad -un nocturno
Berlín- son ambientes en los que se desarrolla una acción que no es precisamente
trepidante, más bien reposada, y sí lo suficientemente marcada como para
enganchar al espectador. Los movimientos de cámara, la planificación, pero
sobre todo la configuración, tanto física como mental, primando la segunda, de
Ripley/Malkovich, le permiten a la obra una expresividad mayor que, por
supuesto, se potencia con los actos “non sanctos” del protagonista.
Jonathan Trevanny (Dougray Scott),
un fabricante de marcos, es, sin duda, uno de los personajes centrales en “El
amigo americano”, comprometido por la venganza y el orgullo de Ripley, y una
mujer tan bella como Lena Headey interpreta a
su esposa. Las directas alusiones a la maldad y lo más perverso de
ciertos seres que se aprovechan de la conciencia y fragilidad de otros, a
quienes usan como verdaderos “conejillos de indias”, sin importarles las
consecuencias de sus acciones, forman parte del complejo mundo psicológico de
la trama. Ambiguamente, el propio Ripley, bien puede llevar una existencia
ininterrumpidamente gozosa y autocomplaciente, en medio de sus actos
censurables, y el final del filme, tan
exquisito, es clara muestra que él no tiene capacidad para el arrepentimiento.
Liliana Cavani, en esta auspiciosa reaparición, ha logrado extraer lo más
indigno de ese Ripley contradictorio y partidario del crimen y la sevicia,
planteando y componiendo el personaje, con la colaboración eficaz de Malkovich,
en otra dimensión, por ejemplo, que se distancia de la que le dio Anthony
Minghella en “El talentoso señor Ripley”, interpretado por Matt Damon. Destaca
en ambos casos el lado enigmático y de aprovechador de Ripley, pero Cavani
acierta, con el apoyo de una notable musicalización a cargo del reconocido
Ennio Morricone y las permanentes
referencias al arte clásico, en una cinta, que, en conjunto, satisface las
exigencias del conocedor. No hay que perder “El amigo americano”.
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