Esplendor americano

Por Jorge Zavaleta Balarezo


Inesperado estreno en nuestra cartelera, convertida aún en “tierra de nadie”, “Esplendor americano”, de Shari Springer Berman y Robert Pulcini, es, sin duda, la mejor película exhibida aquí en lo que va del año. La vida de un estadounidense medio, burócrata y amargado como Harvey Pekar da lugar a este relato que, precisamente en su título, tomado a su vez de la historieta sobre la que gira una y otra vez, ironiza acerca del “american way of life”.

Pekar (inigualable Paul Giamatti) no sabe lo que hace en este mundo. Dos matrimonios fracasados no le han sido suficiente y el encuentro con su, por fin, “alma gemela” (Hope Davis) es un shock delirante en la pantalla. Su paso a ser personaje de un cómic inicialmente dibujado por Bob Crumb (el mismo de “El gato Fritz”), su amigo, le otorga fama pero no fortuna. Por ello es que asiste, conflictuado, a conversar con David Letterman, el hazmerreír de los “talk shows” en USA, pero, sobre todo, su felicidad reside en coleccionar, obsesivo-compulsivo al fin y al cabo, discos de vinilo  (la historia empieza en los 60s) y, claro, comics.



Mas “Esplendor americano” resalta su condición de filme atípico y cuestionador, además de muy original, no sólo por su presentación permanente a la manera de  un cómic, utilizando los recursos de éste (desde la presentación inicial con el recorrido secuencial de las viñetas hasta los “globos” que simbolizan los pensamientos del protagonista, por ejemplo), sino que hay un discurso que se conoce bien ahora como metacine: el cine hablando del cine o la representación dentro de la representación.

Y es así que vemos ya no sólo al Harvey Pekar creado a medida para esta cinta, sino, efectivamente, al real, “de carne y hueso” y poco parecido a su, llamémosle así, sosías de la ficción, Es el Pekar angustiado y quejoso, judío y ya viejo, que no se siente muy a gusto con casi nada. Es más, hay una y otra escena donde los actores observan, divertidos, a la persona que están representando en el filme. Más todavía: el Pekar de verdad narra su vida y hace, por momentos, el propio rol protagónico. El propio filme nos ilustra con la presentación, a la vez, de una película llamada, cómo no, “American esplendor”. ¿Qué tenemos entonces? Dentro de su clara genialidad, los directores Springer Berman y Pulcini,  han transgredido, y les agradecemos por ello, totalmente las normas de la ficción y su relación con una supuestamente oficial realidad representada o tomada como referente.


A la larga y en conjunto, “Esplendor americano”, en base a las recurrentes citas y la filosofía existencial de Pekar, nos conduce por los caminos, es cierto, del hombre común pero pensante, aquel que juega con la adversidad y la incomunicación de cada día, al que le repugna el “cine basura” y polemiza sobre ello, el mismo que se deleita con su propia colección de jazz clásico, esa inolvidable música que, ella sí esplendorosa, impregna, de principio a  fin, toda la cinta, y resulta tan crucial como la presencia de la casi mágica Joyce, la perfecta pareja de Harvey Pekar, un inconforme por naturaleza.

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