Exótica
“Exótica”
Por Jorge Zavaleta Balarezo
Una cinta que es verdadera sorpresa en la
cartelera: “Exótica”, del armenio Atom Egoyan, de quien apenas hemos visto
en Lima la magnífica “El filo de la inocencia”, hace un par de años. Mucha
atención a “Exótica”, que, cuando escribimos estas líneas, recién se ha
estrenado, pero, seguramente, no debe
convocar grandes públicos, ante la inminente invasión de “Matrix recargado”.
Algo más: la proyección en El Pacífico es una ofensa al espectador tanto como
la desfachatez de la distribuidora que nos entrega una copia de muy mala
calidad.
Pues bien, “Exótica” (1994) revela las
constantes del cine de Egoyan: personajes oscuros en conflictos demasiado
internos, un argumento que los relaciona quizá hasta casualmente, y una
historia fragmentada que se irá recomponiendo hacia al final, porque ese es el
estilo del cineasta: marcar pautas de un misterio que luego vamos descubriendo
y entendiendo hasta donde nos es posible.
“Exótica” es el nombre del
club de striptease donde cada noche baila Christina (Mia Kirshner), quien conoce y acompaña a Francis
(Bruce Greenwood), un ser golpeado por la muerte de su esposa e
hija. Paralelamente, el propietario de un negocio de mascotas, que además es
contrabandista, asoma en el relato y, en algún momento de él, se une a Francis.
La película es de producción canadiense y entre los rostros más reconocibles
están los del propio Bruce Greenwood y Elias Koteas, quien hace de un oscuro DJ
y ex pareja de Christina, quizá tan sórdido y afectado aquí como en “Crash”,
una de las obras mayores de David Cronenberg.
Egoyan es preciso, pues si bien sus personajes desaparecen y
reaparecen con sus traumas de por medio, a medida que la cinta avanza, por otra
parte los “flashbacks” resultan ilustrativos para seguir el relato. La
originalidad de “Exótica” radica principalmente en ese juego de emociones que
incluso exime lo lúdico para aproximarse a las conductas extrañas de los
protagonistas. O, por ejemplo, ese modo de vida, tan excéntrico, de la dueña
del club que heredó de su madre y cuya estética, desde los decorados
“posmodernos” hasta ver a Christina haciendo de ingenua lolita mientras se
desnuda al son de un tema de Leonard Cohen, resumen, en sí, gran parte del
espíritu del filme.
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