Madame
Detrás del
empaque de película europea con aire hollywoodense y reparto internacional, Madame toca un tema más grave y sensible que
es en realidad el principal y el que guía la trama.
El matrimonio
de afortunados seres formado por Harvey Keitel y Toni Collete (en una
transformación física de veras sorprendente) organiza en su mansión parisina
una cena en la que sin embargo y haciéndole caso a la mala suerte, Tori
advierte que totalizarán trece asistentes. Entonces recurre a Rossy De Palma -sí,
la “chica Almodóvar”- para que complete el número correcto y ahuyente la mala
suerte. Solo que ella -oh, los detalles- es mucama de la familia, una migrante
española con una hija fuera que sufrirá más de una humillación a lo largo de la
historia a la vez que vivirá su cuento de hadas, y de amor.
Mas Toni
Collete parece una hada malévola o una bruja queriendo arruinar todo lo que a
Rossy le sale tan bien. Con todo, no hay que ser tan inocentes y esta aparente comedia
negra y adulta por la que desfilan infidelidades, literatura y mentiras, encarnadas y bien sopesadas por actores muy maduros, encierra no un
moraleja ni se constituye en una fábula moral a lo Éric Rohmer. Lo que la directora
Amanda Sthers busca, sin pretender ser feminista ni necesariamente progresista,
es construir una metáfora sobre el mundo
de desigualdades, interconexiones y rarezas al que asistimos hoy. Entonces da
igual que Harvey Keitel, desesperado por la autenticidad de “su” Caravaggio,
tome como amante a su joven y bella profesora de francés y que Tori Spelling lo
haga con un amigo accidental. O que el hijo, en un mundo donde la literatura va
dejando de ser lo que era, sea precisamente escritor -y de éxito.
Quien mejor
está, por supuesto, es la propia Rossy De Palma confesando, por ejemplo, su
amor por las películas de Hugh Grant. Pero no perdamos de vista las llamadas de
atención que la directora hace sobre el racismo, el clasismo o el desprecio por
el semejante.
Madame, con el componente que aludimos, se
convierte en una película singular, bien realizada, que a su vez matiza a su
modo el tópico de la cena o la reunión colectiva mostrados no sin ironía o
sarcasmo en Las reglas del juego, Gosford Park o La cena, esta última celebrada
pieza de Ettore Scola.
Los comentarios de cines que uno lee en Psicoanálisis Estival no solo se refieren a la actuación de los artistas sino básicamente al mensaje singular que encarna la proeza del séptimo arte. Sin duda el cine es y será siempre un termómetro, una medida muy objetiva, para valorar también el mensaje directo o subliminal que deja el cine, en manos de los mejores artistas, sus directores, Abundan las lecciones eternas no solo para para quienes gustan del buen cine. Mi saludo al director de Psicoanálisis Estival por sus criticas emblemáticas...
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